Patagonia y Vaca Muerta: un viaje para repensar nuestro futuro productivo

Entre el agro, Vaca Muerta y la Patagonia profunda, descubrimos señales claras de hacia dónde puede ir la producción y la innovación del país.

Este viaje a la Patagonia y Vaca Muerta nació de una inquietud compartida: sentimos que los modelos de negocio de nuestras organizaciones están llegando a un límite. La agricultura bajo contrato muestra un nivel de madurez que achica los márgenes, la distribución de insumos enfrenta desafíos similares y, al mismo tiempo, la digitalización y la sostenibilidad están redefiniendo la competitividad. Frente a este escenario, nos preguntamos: ¿qué experiencias dentro de la Argentina pueden ayudarnos a imaginar lo que viene?

Con esa motivación diseñamos un recorrido que combinó agricultura avanzada, energía, ciencia y regeneración. Empezamos en el Valle Medio de Río Negro, donde conocimos la experiencia transformadora de Hugo Guío. Allí vimos cómo un ambiente árido, con recursos hídricos subutilizados, pudo convertirse en un sistema agrícola altamente productivo gracias a la innovación, el conocimiento y la persistencia. Esa visita nos recordó algo fundamental: cuando se combinan inteligencia, tecnología y visión, es posible cambiar realidades que parecen inmodificables.

Desde allí viajamos a Neuquén y entramos de lleno en el mundo de Vaca Muerta. Recorrimos Añelo y varias localidades vecinas, y pudimos dimensionar la magnitud del movimiento económico y social que genera la actividad petrolera: empleo que crece sin cesar, infraestructura tensionada, demanda de servicios, oportunidades y también desafíos. Entendimos que, para las provincias y para el país, esta riqueza abre la puerta a discutir cómo lograr que este impulso no sea pasajero, sino un punto de inflexión hacia un verdadero desarrollo. Y también vimos la complementariedad con el agro: en un mundo que avanza hacia lo biológico y exige bajar la huella de carbono, nosotros podemos aportar soluciones que articulen energía y producción sustentable.

La visita al Polo Científico Tecnológico nos reforzó esa idea. Allí vimos empresas, instituciones y emprendedores trabajando en red, formando talento y anticipándose a lo que vendrá cuando el ciclo del petróleo cambie. Confirmamos que las redes, la colaboración y la construcción colectiva son tan estratégicas como los recursos naturales.

Más tarde conocimos el CIATI, un centro tecnológico nacido para resolver problemas de la fruticultura regional y que hoy brinda servicios de análisis y desarrollo a todo el país. Su capacidad operativa y científica nos mostró cómo la tecnología puede reducir pérdidas, mejorar procesos y abrir oportunidades para la industria de los alimentos y la innovación.

Camino a Bariloche, las visitas a Manila SA, un  proyecto de acuicultura, a la estancia Fortín Chacabuco de The Nature Conservancy y el encuentro con Fabio Trinco y Federico Boggio, especialistas en ganadería regenerativa, nos invitaron a reflexionar más profundamente. Comprendimos que no hay transformación productiva sin transformación cultural, sin revisar cómo miramos los sistemas y cómo tomamos decisiones. La regeneración implica trabajar con la naturaleza, medir su evolución —incluido el carbono— y capturar valor a partir de esos servicios ecosistémicos que ya estamos generando.

Esa Noche, Ernesto Van Peborgh se planteo “llenarnos el bolsillo de preguntas”  e invitarnos a pensar un diseño diferentes de economía y nos animó a vincularnos con los trillones de dólares que el mundo financiero va a destinar al negocio de la sostenibilidad.

El cierre del viaje en el Instituto Balseiro y el INVAP terminó de completar la visión. Nos sorprendió ver cómo la física, la energía, los satélites y la tecnología dialogan con el agro y ofrecen herramientas clave para digitalizar, medir y diseñar soluciones innovadoras.

Al final del recorrido, sentimos que no solo vimos proyectos inspiradores: construimos juntos una narrativa posible para el futuro productivo de la Argentina, donde energía, ciencia, biología y gestión se complementan. Nos volvimos con la convicción de que el país tiene talento, recursos y ecosistemas capaces de liderar transformaciones profundas. Lo que nos queda es articularlos, medir mejor, trabajar en red y sostener una visión colectiva de largo plazo.