Esta semana, el Wall Street Journal compartió un caso que parece de ciencia ficción, pero ya es presente: United Airlines está apostando por combustibles alternativos que transforman la energía solar y la piedra caliza en energía para sus aviones.
En vez de depender solo de biocombustibles tradicionales, exploran nuevas rutas basadas en la fotosíntesis artificial y en la captura directa de carbono, con la ambición de volar sin emisiones netas.
Pero lo llamativo es la fuente de provisión de energía. Habías oído de fotosíntesis artificial? Porque el de Heirloom no es el único caso.
En un contexto global donde la descarbonización industrial es uno de los mayores desafíos, la empresa estadounidense Twelve se posiciona como una de las propuestas más innovadoras y concretas del nuevo paradigma de la bioeconomía. Fundada en California, Twelve ha desarrollado una tecnología que permite transformar dióxido de carbono (CO₂), agua y electricidad renovable en productos químicos, combustibles y materiales, reemplazando la necesidad de petróleo en múltiples industrias.
Su propuesta se basa en un proceso al que llaman “fotosíntesis industrial”: mediante una plataforma de electrólisis de carbono, logran reconfigurar el CO₂ capturado —de procesos industriales o del aire— en compuestos como metanol, etileno, plásticos biodegradables y, sobre todo, combustible de aviación sostenible (SAF). Este combustible, llamado E-Jet®, puede reducir hasta un 90 % de las emisiones netas en comparación con el querosén tradicional.
La solución de Twelve tiene una característica central que la convierte en una señal de futuro: es escalable. En lugar de depender de biomasa o residuos orgánicos, su tecnología permite producir materiales a partir del aire y energía limpia, en cualquier parte del mundo. Esto abre posibilidades reales de producción descentralizada y descarbonización profunda de sectores difíciles de electrificar, como el transporte aéreo o la industria química.
En términos de inversión, Twelve logró en 2025 levantar más de 645 millones de dólares en financiamiento. La ronda incluyó una Serie C de capital, préstamos y fondos de infraestructura de impacto. Entre los inversores se encuentran TPG Rise Climate, United Airlines Ventures, Amazon Climate Pledge Fund, Microsoft Climate Innovation Fund, Shopify, BMW i Ventures, SMBC y Mitsui, entre otros. Solo en mayo de 2025, United Airlines anunció su apoyo a la planta AirPlant™ One en Moses Lake, Washington, con una capacidad inicial de 50.000 galones de SAF por año.
Además, Twelve ya tiene acuerdos comerciales firmados para suministrar 260 millones de galones de combustible sostenible a una aerolínea europea en los próximos 14 años, lo que representa un paso clave hacia la validación del modelo de negocio a gran escala.
¿Qué nos dice esto a quienes lideramos empresas del agro?
¿Aliado o amenaza? La fotosíntesis industrial y el futuro de los biocombustibles
La alianza entre Bunge, Corteva y ExxonMobil para desarrollar biocombustibles de nueva generación a partir de camelina— una crucifera de la familia de las brassicaceae —ha captado la atención de todo el ecosistema agroindustrial. La iniciativa busca abastecer a la industria aeronáutica con combustibles sostenibles, combinando innovación genética, escala agrícola y capacidad de refinación.
Sin embargo, en paralelo, emerge otra línea de innovación: empresas como Twelve, una startup creada en California y apalancada en la lógica del venture capital, están desarrollando lo que llaman «fotosíntesis industrial», es decir, la capacidad de producir combustibles líquidos (como SAF, sustainable aviation fuel) sin plantas, ni tierra, ni biomasa, usando solo CO₂, agua y electricidad renovable. Este salto tecnológico plantea una pregunta incómoda: ¿estamos frente a un aliado… o un competidor existencial?
Lo que nos llamó la atención
Entre todo lo que vimos en nuestros recorridos de innovación, pocas cosas nos impactaron tanto como la posibilidad de replicar artificialmente el proceso de fotosíntesis. ¿Y si el carbono ya no necesita pasar por una hoja para convertirse en energía? ¿Y si podemos fabricar combustible «del aire», sin sembrar nada?
¿Complemento o amenaza?
Depende de cómo lo miremos. Si la industria agrícola insiste en pensarse como proveedor de biomasa, entonces estas tecnologías compiten directamente. ¿Por qué depender de campos y estaciones cuando puedo tener una planta modular que produce SAF con solo energía solar y CO₂ capturado?
Pero si entendemos al agro como parte de un ecosistema más amplio de bioeconomía, la oportunidad es inmensa. Las plantas industriales como Twelve necesitarán energía renovable, CO₂ capturado (que puede venir de industrias agroalimentarias) y territorio operativo estable. El agro puede ser el socio territorial, energético y logístico perfecto para esa nueva infraestructura.
¿A quién desafía más?
- Al agro: si no se adapta, puede quedar desplazado en mercados de alto valor como el biojet. Pero si innova, puede capturar nuevos roles: energía, captura de carbono, logística, integración tecnológica.
- A la industria petrolera: sin duda. Porque reemplaza combustibles fósiles sin depender de biomasa. Lo hace más limpio, más modular, más flexible.
- A los biocombustibles actuales: sí, especialmente los de baja eficiencia energética, alta huella hídrica o requerimientos territoriales extensivos.
¿Y si lo tomamos como una oportunidad?
Podemos imaginar un país que no solo produce granos, sino que también produce moléculas complejas. Un campo que no solo siembra, sino que captura CO₂, genera energía renovable y opera como nodo bioindustrial. Un nuevo modelo, donde agro, industria y ciencia convergen.
La fotosíntesis industrial no es una amenaza inevitable, es una señal fuerte del futuro. La diferencia entre aliado y enemigo no está en la tecnología, sino en nuestra estrategia.

Te dejamos unas preguntas para reflexionar sobre este tema
1. ¿Estoy en el negocio de la biomasa… o en el de la energía?
¿Pienso mi producción como granos o como energía embebida en forma vegetal?
¿Cómo cambiaría mi negocio si lo pensara desde el punto de vista energético?
2. ¿Estoy preparado para capturar valor en la transición climática?
¿Estoy midiendo mi huella de carbono, hídrica, energética?
¿Qué puedo ofrecer en términos de carbono capturado, energía limpia o trazabilidad?
3. ¿Con qué actores de ciencia y tecnología me estoy vinculando?
¿Estoy en contacto con centros de I+D, startups, universidades?
¿Estoy explorando nuevas alianzas bioindustriales más allá del silo tradicional?
4. ¿Podría convertir subproductos en activos?
¿Qué estoy desechando hoy que, con tecnología, podría transformarse en valor (CO₂, calor, residuos orgánicos)?
¿Estoy mirando mi operación con ojos de biofábrica?
5. ¿Qué pasaría si el agro deja de ser proveedor y pasa a ser plataforma?
¿Podría mi campo ser una base operativa para una planta modular de combustibles o captura de carbono?
¿Estoy preparado para integrar logística, energía, tecnología?
6. ¿Qué nuevos modelos de negocio puedo diseñar hoy?
¿Puedo ofrecer “servicios energéticos” desde el campo?
¿Puedo asociarme a otros productores y crear nodos bioindustriales colaborativos?
7. ¿Estoy haciendo algo hoy que ya podría estar quedando obsoleto?
¿Hay procesos o productos que tienen poca eficiencia, alto costo o baja demanda futura?
¿Qué decisiones estoy postergando que podrían ser estratégicas si las tomo ahora?